jueves, 12 de mayo de 2016

Ecos

Desde el silencio me llamas,
incorpórea, fuerte y frágil,
para volver a la ceniza y al silencio.

Desde la sombra enciendes una vela;
con cada gota que cae rendida al fuego
sacas los dientes,
me muerdes y me llamas,
para volver a la ceniza y el silencio.

Puedo ver tus ojos negros
allí en la tiniebla en la que habitas,
extenuados por la risa.

Puedo ver cómo me llaman,
¡como un faro en la noche aciaga!
para volver al silencio y la ceniza.