miércoles, 6 de septiembre de 2017

El faro

Sus cimientos ya no tienen miedo.
No tiemblan cuando ven mi cuerpo:
mis ojos, justicia de Lorenzo,
mis manos, olas de fuego entre barcos.
Están acostumbrados.

Demasiadas veces cabalgue la furia,
en vano, hasta su puerta,
demasiadas veces arremetí sin fuerza,
grité sin voz,
descoloqué tan solo un cuadro.
(Los he acostumbrado.)

Hoy te visito por última vez.
A ti, que te construí conmigo mismo;
allí mi sangre, aquí mis huesos...
Te miro, con la tristeza de un adiós postergado,
miran, los ojos de un derrotado
a los de un vencido,
y habla en esa mirada en esa mirada el silencio por los dos.

Será rápido, susurro, y apago su luz.

Aún cuando me marcho
me mira aquel cuadro, torcido,
y esos ojos verdes, de niño,
esta última vez callaron...
y fue el silencio quien dijo adiós.